jueves, 7 de agosto de 2008

V

Qué lejos de los procedimientos el amor!
La ley con os ojos vendados
haciéndose justicia por si misma!
Cuando unos forajidos armados
gritan a las puertas humildes "abran!"
y casi sin respuesta continúan
"abran o derribamos", el hombre humilde
entiende -sin tramo filosófico posible-
que de allí en mas, fuerzas extrañas a la naturaleza
lo han atrapado. ¿o acaso lo perdonen?
¿O tal vez lo investiguen? ¿O lo torturen?
¿O lo maten?
De allí en adelante pasará a ser un sujeto
que no sujeta nada, apenas un objeto a disposición,
¿investigado, olido, castigado, absuelto, liberado?
Advierte claramente que las fuerzas disponen del poder.
Que ambas proceden duramente. Ciegamente.
Súbitamente entiende que su energía
se debe concentrar en la prudencia.
Su esfuerzo consistirá en hablar de sí mismo
respondiendo sí o no, cuando ese sí le convenga
cuando ese no le sirva.
Advierte lúcidamente que no hay de qué temer
que le venden los ojos, porque ese otro objeto
que actúa en nombre de la ley evita que el
pavor de sus ojos descubra la oblicua cobardía de los suyos.
Reconozca (en el mayor de los silencios)
que el escalofrio que hace temblar las manos
que lo ciegan no quedará prendido al nudo firme.
Y reconozca
que es grande el privilegio
que ha gozado
de mirarse al espejo dignamente.

María Isabel Constela

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